Mucha gente hace ejercicio por obligación y no por voluntad propia. Además, no es fácil encontrar una clase que esperes con ilusión cada semana. Convencida de que el ejercicio siempre debe ser divertido, nuestra editora ha salido como el cometido de buscar las mejores clases de fitness.
Esta semana ha probado el CrossFit, un programa de fuerza física y condicionamiento basado en un conjunto de ejercicios funcionales que se realizan en series breves y muy intensas.
El CrossFit ha revolucionado el mundo del fitness. Las sesiones pueden durar entre tres y treinta minutos, pero se dice que equivalen a horas de entrenamiento intenso. Por regla general, yo suelo evitar las pesas, la competitividad y todo aquello que esté fuera de mi zona de confort —básicamente los elementos principales del CrossFit—, así que tenía curiosidad por saber si aguantaría una sesión de una hora.
Mi experiencia
Al entrar en el gimnasio (que parece un garaje lleno de pesas y cuerdas), temo haber llegado tarde: hay cuatro chicos y una chica, todos jóvenes y musculosos, haciendo saltos de tijera. Resulta que están calentando para el calentamiento…
A modo de introducción, el profesor me explica los principios del CrossFit: “Tienes que exigirte al máximo para superarte. Todos los movimientos parten del torso, así que debes tener los abdominales siempre activados”. Hago los cien saltos de tijera obligatorios antes de pasar al calentamiento de verdad: cinco series de hollow rocks, arch rocks, empujes de fuerza, sentadillas y remo en anillas. Cada serie es más corta y más rápida que la anterior; me cuesta seguir el ritmo, pero estoy decidida a terminar el circuito. Al acabar, el corazón me late a toda velocidad.
Llega el plato principal: el entrenamiento del día (conocido en el mundillo del CrossFit por las siglas “WOD”). El de hoy consiste en cinco dominadas, diez fondos en anillas y quince sentadillas con barra sobre la cabeza. El último ejercicio es el más complicado, así que dedicamos diez minutos a perfeccionar la técnica antes de empezar. El objetivo es completar el máximo de series posible en veinte minutos; después de cada serie, el profesor me choca la mano y me dice que lo estoy haciendo genial.
Con cada sentadilla pienso que voy a desplomarme, pero las endorfinas ya corren por mi cuerpo y atenúan el dolor. Además, me encanta el ambiente de compañerismo, que me anima a seguirles el ritmo a los demás. Y aunque sus pesas de 30 o 40 kilos hacen que las mías de 5 parezcan una broma, cuando miro la tabla de resultados me siento orgullosa de haber completado cinco series. ¿Quién habría dicho que sería capaz?
Conclusión
A la mañana siguiente noto un dolor tan profundo en el torso que me llega hasta la parte baja de la espalda. A mediodía ya me duele todo el cuerpo. Estoy sorprendida: no creía haber entrenado tan fuerte como para sentir este dolor.
Sin duda, el CrossFit está bien pensado: los movimientos son funcionales y se asemejan a acciones que realizamos a diario como agacharnos, levantar objetos y empujar. Incluso da la sensación de ser útil, a diferencia de correr en la cinta. Además, estimula la competitividad: en cada clase se anotan y se clasifican los resultados de los participantes para ver su progreso, y esto anima a la gente a superarse día tras día.
No sé si me apuntaré a hacer CrossFit algún día, pero desde luego me ha sorprendido lo estimulante y divertido que es (¡a pesar del levantamiento de pesas!)
¿Te ha inspirado la lectura? Si es así, conoce a los reyes del CrossFit con los que estuvimos hace poco y descubre cómo incorporan Slendertone a su rutina de entrenamiento de torso.
Trabaja tus abdominales y cómete el mundo